Presentación

En primer lugar, me gustaría saludaros y daros la bienvenida a este nuevo canal de comunicación.
Mi nombre es Elena Cabeza y soy licenciada en Filología Hispánica, doctora en Lingüística Clínica y logopeda.
Me gustaría que este blog fuese un punto de encuentro para padres, profesores y personas interesadas en déficits lingüísticos, su evaluación y su intervención.
Llevo trabajando catorce años en el área clínica, en la detección, evaluación e intervención de alteraciones lingüísticas de todo tipo tanto en niños como en adultos.
Debido a mi formación en Filología conozco con profundidad los fundamentos del lenguaje y la Lingüística y en mi experiencia profesional he tenido acceso a la puesta en práctica de esos conocimientos teóricos para la detección y la reeducación de los déficits lingüísticos.
El objetivo de este blog va a ser el de proporcionar información acerca de qué son los déficits lingüísticos y cómo y cuándo se pueden detectar e intervenir. Asimismo publicaremos y daremos cuenta de noticias, personas y sucesos que tengan relación con el ámbito de la Lingüística Clínica.

jueves, 14 de febrero de 2013

El grito

Los primeros sonidos emitidos por el niño no pueden calificarse como lingüísticos. En realidad, muchos de ellos solo pueden ser considerados como prelingüísticos porque se producen en una etapa anterior a sus primeros intentos lingüísticos. En consecuencia podemos hablar de tres fases sucesivas: el período del grito, el período del gorjeo y el primer lenguaje.

De éstos solo el primer lenguaje puede valorarse como lingüístico.

 Gritos de bebé

El grito es el primer sonido que emite el niño.
 
No tiene función ni intención comunicativa. Desde el momento del nacimiento, el niño grita o chilla por simple reflejo ante el comienzo de la respiración aérea que sustituye los intercambios de oxígeno anteriores dentro del útero materno.
Durante varias semanas, el grito constituye su única manifestación sonora, que no lingüística.
Esta producción de sonidos es casual pero pronto se convierte en un juego por parte del niño. Así consigue experimentación y fortalecimiento de los elementos fisiológicos que luego intervendrán en la articulación del lenguaje.
Aunque el grito no tiene valor lingüístico, en cuanto el niño descubre su influencia en el entorno se convierte para él en un instrumento de apelación más que de comunicación.
De todas formas, el grito del niño, incluso el grito intencionado, no puede considerarse como lenguaje, ya que no está constituido por elementos discretos.

 

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